Al principio...


Vivimos, o así me parece, una época un tanto convulsa y necesitamos o mejor: necesito obligarme al ejercicio gimnástico, y no precisamente al estético sino al ético. Necesito hacer ejercicio de prudencia, de templaza, de fortaleza, de responsabilidad, de rigor, de entereza, aunque también de arrojo, de esfuerzo, de audancia, de ardor y de quién sabe cuantos otros "músculos" que pueda tener atrofiados. Este espacio, esta "quinta columna" tiene vocación de "banco gimnástico" y por más barbaridades que escupa o vomite, tibiezas por los que me deje llevar o lisonjas merecidas o inmerecidas regale, será mi cuerpo, será mi alma la que habrá de sufrir o gozar. ¿Religión, filosofía, salud mental? Que cada cual coja su "banco" o su cruz y participe con ilusión de la olimpiada de la vida.



lunes, 29 de noviembre de 2010

La vida es así de simple



Se llama... bueno me vais a permitir dejarlo en el anonimato, tiene 58 años, es padre de familia. Lo conocí cuando teníamos, respectivamente 18 y el 23 años; trabajábamos en una Gestoría, aunque yo, el más jovencito, estudiaba en el "Nocturno" para antes o después buscarme la vida en la Administración. Él, era un tipo alegre, diligente como tantos otros que habían echado los dientes en este tipo de trabajo. Marche de allí, conseguí mis primeras oposiciones. Él, quedó, feliz y conforme con lo que tenía, tampoco tenía título o formación reglada con la que dar el salto a otro sitio. Se hizo su familia, crió a sus hijos, mientras las horas y las horas extras sumaban en su haber.

Las gestorías como otros tantos negocios, sucumbieron aquellos que menos supieron adaptarse a los nuevos tiempos, y sin saber ni como ni por qué, mi antiguo compañero se vio en la calle. Agotó el desempleo y ahora se encuentra en el límite de la percepción del subsidio de los 400 €. Me consta que ha luchado con uñas y dientes por trabajar donde sea, por sobreponerse a su mala fortuna. Pidió un préstamo de 6000 € para abrir una tiendecita de chuches. No le fue bien y solo añadió un préstamo a la hipoteca de 300 € con la que está pagando por su vivienda. Hace algunos días le cortaron la luz y Hace pocas horas su destino era la Cruz Roja, por ver si le pueden dar alguna ayuda alimenticia.

A principios de los noventa me tiré algunos años en Cáritas, conocí esa pobreza instalada en una parte de nuestra ciudad que corroe las tripas y sonroja al más frío e inexpresivo. Algunos de esos pobres, eran los que llamabamos “profesionales”, personas que necesitaban cubrir sus necesidades más básicas pero hechas a vivir de las caridades institucionales, por consiguiente también necesitadas de procesos más complejos de inserción social y laboral. Estos casos, los de hoy, los de la persona a la que les hacía referencia, los que el "sistema" a expulsado y condenado a la práctica de la indigencia, no necesitan “reeducación”, no son de los de la "sopaboba", como de forma cruel algún columnista y algún que otro político se refería a los primeros; son personas cómo tú y como yo, avergonzadas, humilladas por su mala suerte, por la fatalidad, por el destino. Aunque yo sigo pensando que esa fatalidad alguien la ha urdido tanto por acción como por omisión.

Pero no quiero terminar sólo proclamando mi indignación, así que me van a permitir que les diga que en un lugar que conozco en profundidad: mi asociación -Objetivo Vida-, son cientos las personas a las que tenemos en esa situación y a las que por más que nos empeñamos y esforzamos no podemos darle respuestas. No os pido dinero, aunque los trabajadores de la Asociación llevan meses sin cobrar porque la Administración no termina de saldar sus deudas, os pido simple y llanamente que si alguien sabe de algún trabajo para alguno de tantos de nuestros demandantes en general, nos lo comunique, y en particular (permitidme esta debilidad) para un buen oficinista de 58 años con un muy difícil porvenir. La vida es así de simple.

jueves, 11 de noviembre de 2010

En el país del miedo.



Sólo allá donde impera el miedo, el silencio es capaz de extender su manto gélido, haciendo que el frío se instale en el tuétano mismo de los hueso. Sólo allá donde impera el miedo, la mordaza es complemento de moda en nuestra habitual indumentaria. Sólo allá donde el miedo extiende su imperio los pobres son perros mudos que rebuscan en los cubos de basura y los ricos y poderosos eructan sus gracias en las plazas del pueblo. Sólo allá donde el miedo extiende su imperio, la pena negra no es cante jondo sino dolor de tripas y miseria. Sólo allá donde impera el miedo se ejerce el derecho de pernada, el déspota arrebata al pobre su misero patrimonio, explota su trabajo sin compensación, humilla cien y una vez su dignidad herida, vomita su cinismo en el rostro mismo del deshonrado.

-Con permiso.
-Tengo miedo, ruego me disculpe mi patrón, pero temo por mí y por la suerte de mis hijos.
-Es verdad que culpa tiene usted.
-Discúlpeme de nuevo pero mis vecinos están en las últimas, le vendieron a usted el carnero y no han cobrado. No si yo lo decía por si hubiera por ahí un trabajillo, obviamente pagado.
-¡Ah, que de esos no le quedan!
-Sí, si lo siento, y usted que culpa tiene. Mire es que yo pensé que usted habiéndose quedado con el cortijo y como nos prometió cuando tomó posesión …
-¡Lo siento, lo siento no quería molestarle, si yo lo comprendo, es que todo está tan mal, y claro que culpa tiene usted de ello si cuando se hizo cargo de la posesión todo era una ruina.

En fin, como si no le hubiera dicho nada, procuraremos morirnos sin hacer mucho ruido o mejor, en silencio.



sábado, 6 de noviembre de 2010

A mi superhéroe favorito.




Me vas a permitir, de entrada, una aparente frivolidad, pero es que si no la suelto reviento, aunque te aseguro que este mi dislate contiene todo el candor de mis años mozos y no tan mozos, porque nunca perdí a parte del niño que fui. De todos es sabido que hasta bien llegada mi edad adulta fui un amante de la ciencia ficción y de los cómic de superhéroes. Entre mis favoritos se encontraba “la Patrulla X” hoy más conocida por “X men”. El jefe, el profesor era el Doctor Xavier, un, en apariencia, simple hombre condenado a una silla de ruedas. El Doctor Xavier no poseía los poderes de sus discípulos, jóvenes con capacidades extraordinarias, que volaban, gozaban de fuerza hercúlea, lanzaban rayos con la mirada o lograban mil y una proeza. A la postre, tan poderosos hombres y mujeres, en apariencia sobrados de ellos mismos, vivían sometidos a las múltiples contradicciones de su ser humano y mutante. Solo el Doctor Xavier, el profesor Xavier era capaz de darles sentido a su vida, a sus increíbles poderes, de transmitirles fortaleza en su horas bajas, sosiego en su desesperación, cordura en su insensatez, humildad ante su soberbia. Su presencia parecía distante, su anclado destino en la silla de ruedas no le permitía estar presente en las mil y una aventura diaria de sus jóvenes héroes, aunque siempre, cuando la última de las batallas parecía que había que darla por perdida, misteriosamente su voz resonaba en la mente o en el corazón de alguno de sus pupilos que terminaban por vencer, una vez más, al maligno Magneto.


Hay personas a las que vemos o no las vemos físicamente, nos rozamos con ellas a diario o su presencia es fugaz o de tarde en tarde, pero en cualquiera de las casos las intuimos, las sentimos, las amamos, ¿Cómo? Por aquello de que no se molesten los más ortodoxos, diríamos de ellas son seudo-ángeles. No son espíritus son carne mortal que viven entre nosotros. Tienen -a mi juicio- una mayor y notable influencia. Son santos aunque no lo certifique un papel ni falta que nos importa, porque son nuestros santos. Son esos seres imprescindibles, pero con la imprescindibilidad de todo aquello que en apariencia no lo es, pero que si no tuviéramos la certeza de que está ahí, nuestra vida sería pobre, miserable, despojada del conocimiento de lo que significa ternura, bondad, generosidad, amor.


«Yahvéh es Salvación». El significado de Jesús, salvo por el propio Jesucristo, no conozco a otro hombre que mejor encarne esta definición que Jesús Marchal Escalona. Su presencia, aún en medio de las aparentes contradicciones de su condición humana es un discurso sin palabras, es susurro, o voz en grito de que Yahvéh es Salvación. Es testimonio de esperanza, es fe inabarcable, es caridad en estado puro. No me queda por menos que recurrir al poeta, cuando faltan las palabras “Si yo te dijera estas cosas, amigo, ¿que fuego pondría en mi boca, que hierro candente, que olores, colores, sabores, contactos, sonidos? Y ¿cómo saber que me entiendes?”


Tú si que me entiendes, aunque tu bendita humildad se niegue a aceptarlo, aunque tu real ingenuidad no conciba que, fuera, en las calles, las gentes se dejen llevar por míseros afanes. Sí, Jesús, eres un libro sobre el que leer, eres horizonte de infinito belleza sobre el que Dios ha querido derrochar sus colores de amanecer y de atardecer al mismo tiempo.


De nuevo recurro a la Rapsodia, no por menos te veo recitando para todos nosotros que nos devanamos los sesos en cosas pueriles, estrofas como: “Me preguntas amigo, y no sé que respuesta he de darte. Siento arder una loca alegría en la luz que me envuelve. Yo quisiera que tú la sintiera también inundándote el alma, yo quisiera que a tí, en lo más hondo, también te quemase y te hiriese, criatura que llega por fin a vencer la tristeza y la muerte. Si ahora yo te dijese que había que andar por ciudades perdidas y llorar en sus calles oscuras sintiéndote débil y cantar bajo un árbol de estío tus sueños oscuros, y sentirse hecho de aire y de nubes y de hierba muy verde.... “


Sí, Jesús, si alguna vez alguien ha tenido todo el derecho y el debe de escenificar “la Luz” de la Rapsodia, ese eres tú.


A mi amigo Jesús en su reciente cumpleaños