Al principio...


Vivimos, o así me parece, una época un tanto convulsa y necesitamos o mejor: necesito obligarme al ejercicio gimnástico, y no precisamente al estético sino al ético. Necesito hacer ejercicio de prudencia, de templaza, de fortaleza, de responsabilidad, de rigor, de entereza, aunque también de arrojo, de esfuerzo, de audancia, de ardor y de quién sabe cuantos otros "músculos" que pueda tener atrofiados. Este espacio, esta "quinta columna" tiene vocación de "banco gimnástico" y por más barbaridades que escupa o vomite, tibiezas por los que me deje llevar o lisonjas merecidas o inmerecidas regale, será mi cuerpo, será mi alma la que habrá de sufrir o gozar. ¿Religión, filosofía, salud mental? Que cada cual coja su "banco" o su cruz y participe con ilusión de la olimpiada de la vida.



jueves, 13 de enero de 2011

Una antigua presentación de power point con plena vigencia

Locales que ya dejamos, personas que marcharon y contribuyeron con su esfuerzo, otras a las que logramos trasmitirle un poco de ilusión y entusiasmo, sueños, esfuerzos, desvarios, algún que otro apoyo institucional del que seguimos estando agradecidos.... Y planeando siempre sobre nuestras cabezas la amenaza de la pobreza y la marginación. Esa es nuestra tarea y aunque el pelo hayamos perdido y los surcos crucen nuestros rostros, jamás perderemos la fe y la sonrisa. ¡¡Venga ánimo!!



Agradecido a todos los artistas de las imagenes.

viernes, 7 de enero de 2011

2010. El año en el que perdimos la inocencia.


Fue el año en el que descubrimos que tras pagar las deudas de las entidades financieras dijeron que las arcas del estado no estaban para cubrir previsiones de futuro y deberíamos de cubrir los agujeros los asalariados. Fue el año en el que periodistas de postín con regodeo y desdén hacían chufla de la clase trabajadora. Fue el año en el que esos mismos comunicadores que se autodenominaban progresistas les cambiaban la cabecera a sus empresas sin que nadie los echara de menos. Fue el año de los trileros de lujo, los que con una mano nos enseñaban el sonajero y con la otra metían mano a nuestra pobre cartera.

Fue el año de la quintaesencia del individualismo, en la que algunos se desgañitaban hablando de derechos individuales mientras se olvidaban que lo que queríamos es ser personas. Fue el año en el que anatemizaron de las religiones pero a nadie se le ocurrió hacer la más mínima propuesta de compostura ética alternativa. Fue el año de las imposturas: ahora tenga hijos, ahora no; ahora bienvenidos los inmigrantes, ahora no; ahora tomen y gasten ahora no; ahora paguemos por dispensar atención a los dependientes, ahora no. Fue el año de la ruina de pequeñas empresas locales, fue el año de la pobreza de muchas familias, fue un año triste, aunque algunos con sus kilos de maquillaje dispensados por sus asesores de imagen, reían, sonreían y se carcajeaban a veces, incluso, con sonrisa amenazante. Fue el año en el que, encima, tuvimos que aguantar aquello de “es que vivíamos por encima de nuestras posibilidades”, y por más que intentamos hacer memoria no recordábamos la última vez que nos compramos unos zapatos nuevos.

Pero también fue el año en el que la solidaridad comenzó a renacer por debajo y los mas humildes aprendieron a darse la mano, los esposos a superar su individualismo de sexo y se centraron a ser uno, los hijos a aplicarse ilusionados por construir el futuro y vivir con la mirada puesta más allá del presente, los vecinos a confiar en los vecinos, las personas empredieron proyectos juntos. Sólo aquellos que a diario nos preferían sectarios, sus filas se vieron mermadas. Fue el año que perdimos la inocencia y descubrimos que no podíamos vivir sin ingenuidad.

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