Al principio...


Vivimos, o así me parece, una época un tanto convulsa y necesitamos o mejor: necesito obligarme al ejercicio gimnástico, y no precisamente al estético sino al ético. Necesito hacer ejercicio de prudencia, de templaza, de fortaleza, de responsabilidad, de rigor, de entereza, aunque también de arrojo, de esfuerzo, de audancia, de ardor y de quién sabe cuantos otros "músculos" que pueda tener atrofiados. Este espacio, esta "quinta columna" tiene vocación de "banco gimnástico" y por más barbaridades que escupa o vomite, tibiezas por los que me deje llevar o lisonjas merecidas o inmerecidas regale, será mi cuerpo, será mi alma la que habrá de sufrir o gozar. ¿Religión, filosofía, salud mental? Que cada cual coja su "banco" o su cruz y participe con ilusión de la olimpiada de la vida.



viernes, 27 de mayo de 2011

La tibia frontera.

Llegado el caso en el que todos, absolutamente todos participáramos del convencimiento que todos los políticos son honrados y que sus intereses pretende el bien común por encima del interés personal o sectario, es de imaginar que los ciudadanos recuperaríamos la estima por la acción política. Si ese momento llegara, nuestros sistemas de evaluación del juego democrático se centraría en la capacidad de perfeccionar o intervenir en aquello que supuestamente ha distinguido, histórica y tradicionalmente, a las bancadas azules de las rojas: los acentos o la confianza en la iniciativa privada o la robustez del sistema público. En las tibias fronteras que separan las opciones, todos presumen o reconocen la necesidad de forjar buenos sistemas de protección social al igual que apoyar y estimular los modos productivos que generan las iniciativas privadas. Dichos elementos en dosis diferenciadas se suponen que habrían de ser los que configuran las marcas de distinción de las ofertas en nuestro sistema democrático. Errores y aciertos en la gestión con las improntas referidas, serían los únicos factores determinante para el ejercicio del voto, aunque me temo que se ha instalado entre nosotros, por motivos que estarían de sobra comentar, el recelo y la desconfianza. Nuestros jóvenes no se creen nada y los adultos nos estamos instalando en el escepticismo. Preocupante para un país que necesita de toda la fe, la inteligencia, la voluntad y el entusiasmo para progresar.

http://youtu.be/xuuoFVFOCi8