Al principio...


Vivimos, o así me parece, una época un tanto convulsa y necesitamos o mejor: necesito obligarme al ejercicio gimnástico, y no precisamente al estético sino al ético. Necesito hacer ejercicio de prudencia, de templaza, de fortaleza, de responsabilidad, de rigor, de entereza, aunque también de arrojo, de esfuerzo, de audancia, de ardor y de quién sabe cuantos otros "músculos" que pueda tener atrofiados. Este espacio, esta "quinta columna" tiene vocación de "banco gimnástico" y por más barbaridades que escupa o vomite, tibiezas por los que me deje llevar o lisonjas merecidas o inmerecidas regale, será mi cuerpo, será mi alma la que habrá de sufrir o gozar. ¿Religión, filosofía, salud mental? Que cada cual coja su "banco" o su cruz y participe con ilusión de la olimpiada de la vida.



sábado, 22 de octubre de 2011

El carrito de la compra.

Hace pocos días mientras feliz saboreaba mi café matutino, una joven pareja y sus dos hijos caminaban hacia el mercado arropando con mimo el carrito de la compra. Al pasar por la cafetería en la que me encontraba, uno de los niños dijo voz en alto “¿a que mi papa cuando cobre a final de mes nos va a comprar unos churritos?”. ¿Cómo? Enseguida la cafeína comenzó a hacer sus efectos. Un niño de seis u ocho años, por lo general debiera ser caprichoso y exigente, pero este no, posponía su deseo al final del mes. Un niño que no pedía chucherías u otro capricho infantil, su felicidad estribaba en ver a la familia comiéndose unos churritos. Un niño con la mesura y sensatez suficiente como para saber que su deseo tenía que esperar. Un niño que aún a pesar de su sometida frustración miraba con admiración y cariño a su padre, aquel que le iba a satisfacer sus deseos. Un niño desde su ingenuidad proclamando a voz en grito su certeza, tal vez para que mejor penetrara en el ánimo de su hermano. Iban bien vestiditos, a esas horas tenían que estar en el colegio, sus jóvenes padres también -a esas horas- deberían estar trabajando. Deberían. Desearían. Juntos, alrededor de un carrito de la compra, caminan hacia el mercado, es posible que de nuevo el niño vuelva a repetir “¿A que mi papa cuando cobre nos va a comprar ....? Es posible que las escasas monedas que se atesoran en sus humildes bolsillos estiren gracias a la generosidad de algún vendedor. Solo les queda eso, estar juntos. y así lo hacen, alrededor de un humilde carrito de la compra que añora vacío tiempos de mejor fortuna.

martes, 4 de octubre de 2011

Grandes hombres

En días pasados me enteraba de la noticia de la jubilación del sacerdote Ramón López Pozas. Me emocionó. El recuerdo de su rostro me hizo regresar tiempo atrás con nostalgia. Décadas de los 70 y 80. Este, un servidor, por aquellos entonces un jovencito, tuvo el privilegio de ser forjado -entre otros- por algunos grandes hombres. En esta cita, mi deseo, es mencionar a cuatro curas instalados precisamente entre los 70 y los 80 años, me refiero al mencionado Ramón López, Manuel Peña, Tomás Colmenero y Bernardo Velasco. Unos, casi un paso fugaz en mi vida y otros más instalados en el tiempo, como el caso de Bernardo que me acompañara en el entierro de mi padre, fuera testigo de excepción en mi matrimonio e incluso bautizara a mis tres hijos. En fin, que cuando recapitulo sobre mi existencia, no puedo por más que hacerlo con los ojos húmedos y agradecido por aquellos que se dejaron parte de sí en mí y a cambio nada pidieron. Si tuviera que distinguir en ellos virtudes comunes, diría: su honestidad, su pasión, su entrega y entre las salpicadas a unos y otros: la humildad, la socarronería, una brillante inteligencia o una delicada expresión de piedad. Todas ellas contribuyendo a edificar sus envidiables y personales “fe´s”. Hombres que han manifestado sin ocultar todas sus aristas y su humana naturaleza con esplendor y con sencillez. Hombres que sin pretenciosidad alguna, contribuyeron y siguen contribuyendo en la forja de otros hombres y mujeres de los que se espera colaboren en la construcción de un mundo más justo, más honesto, más pacífico. Por extraño que suene, así de sencillo.