Al principio...


Vivimos, o así me parece, una época un tanto convulsa y necesitamos o mejor: necesito obligarme al ejercicio gimnástico, y no precisamente al estético sino al ético. Necesito hacer ejercicio de prudencia, de templaza, de fortaleza, de responsabilidad, de rigor, de entereza, aunque también de arrojo, de esfuerzo, de audancia, de ardor y de quién sabe cuantos otros "músculos" que pueda tener atrofiados. Este espacio, esta "quinta columna" tiene vocación de "banco gimnástico" y por más barbaridades que escupa o vomite, tibiezas por los que me deje llevar o lisonjas merecidas o inmerecidas regale, será mi cuerpo, será mi alma la que habrá de sufrir o gozar. ¿Religión, filosofía, salud mental? Que cada cual coja su "banco" o su cruz y participe con ilusión de la olimpiada de la vida.



domingo, 20 de noviembre de 2011

El día después.


Publicado en Diario Jaén del día 18 de noviembre de 2011

Hoy, aunque todos apuren el vaso de la campaña electoral hasta la última hora, no seré yo el que intente convencerles sobre cual tiene que ser el sentido de su voto. Seguro que ya, la razón o el sentimiento habrán forjado en cada uno de nosotros una decisión o una indecisión. Pase lo que pase me interesa el día después, el lunes, y no lo digo por los cientos de testimonios felices o airados que escucharemos, dando traducción a los resultados electorales. Con todo respeto ante los que se expresen como su conciencia o razón les de a entender, explicando las claves del éxito o el fracaso, he de decir que no me interesa las opiniones sobre el pasado inmediato, o sea los resultados. El día después, aquel en el que nos preguntemos qué será de nosotros el día de mañana, tiene que venir preñado de promesas, deseos, afanes por realizar, tal vez sueños por vivir. Habremos de poner en juego todos nuestros activos personales, la situación no es para menos. Los políticos habrán de redoblar sus esfuerzos, pero también los expertos en economía, los emprendedores tendrán que estrujarse las meninges o sacar valor de donde lo hallen para que toda la trama productiva de nuestro país sea capaz de dar y sostener el bienestar de nuestro pueblo. No estará exento de responsabilidad el mundo de la ecología o el de cultura para hacernos reparar en el equilibrio y la belleza. Ni los que cultivan o profundizan en los valores de la justicia, la ética, la filosofía, la religión dejaran de esforzarse en vivir y a proponer formas que nos ayuden a superar la más nimia de las diferencias. Quizá todos los días debieran de ser lo mismo pero hay días que conviene recordarlo.



martes, 1 de noviembre de 2011

La cigarra y la hormiga.


La sabiduría popular se remite a cuentos y chascadillos para escudriñar, analizar, comprender la cruda realidad en la que estamos sumidos. Ella, esa rara sabiduría de dominio público, no sabe de políticas macroeconómicas, de engolados discursos del Presidente del FMI, ni de disertaciones de los/as Merkes y Sarkozy de turno. La vieja sabiduría, aquella a la que se refería el Quijote cuando hablaba de los proverbios como: “sentencias cortas extraídas de experiencia larga”, se remite en este caso a la vieja fábula de la hormiga y la cigarra. Mientras la cigarra dilapidaba el producto de la generosa naturaleza en tiempos de bonanza, la hormiguita laboriosa, guardaba sacrificada toda suerte de provisiones a la espera del amenazante, inevitable y cruel invierno. Posiblemente la vieja fábula en los tiempos de farsa continua (¿cuando no estamos en campaña electoral, por Dios?) se haga difícil de escenificar por lo desdibujado de los personajes, pero todo el mundo con más o menos acierto le pone rostro a las cigarras, animalitos que por otra parte –tal como aparecían en una no muy antigua película de dibujos animados- no sólo se dedicaban a esquilmar todo lo que alrededor encontraban sino que –además- robaban sin pudor ni compostura a las trabajadoras hormiguitas. Me sigue sacando de mis casillas cada vez que oigo esa indecente cantinela de “claro como hemos vivido por encima de nuestras posibilidades” la crudeza del invierno es nuestro inevitable destino porque así nos lo hemos buscado. Ante tamaña sandez, mi pregunta siempre fue la misma ¿Y quién vivía por encima de sus posibilidades? Posiblemente más de un incauto así lo ha hecho, sin duda inducido por la detestable cigarra, bicho inmundo que campaba a sus anchas en los graneros de la banca, entre los insensatos, los mediocres, los desaprensivos que viven de la política, en definitiva de entre toda esa suerte de trileros, que digámoslo sin ambages, nos han estafado y robado el fruto de nuestro modesto trabajo. La hormiga, amable radio-oyente- somos tu y yo: modestos asalariados que administran su sacrificio diario por el bien común de su familia y el hormiguero.

(Colaboración del mes de octubre en SER Multimedia giennense)