Parece evidente que una gran
parte de nuestras cuitas y pensamientos vayan dedicados a la lamentable y en
algunos casos dramática, situación o
tiempo que nos ha tocado vivir. La cuestión no es sólo el empobrecimiento que
venimos acusando las clases medias y las aún menos pudientes, lo alarmante del
momento es que, a nuestros hijos, a la próxima generación, no solamente están
siendo unos mas que comparten nuestro penoso destino, sino que, además sus
perspectivas de futuro resultan aún menos halagüeñas.
Hasta hace más bien poco y por
regla general no nos hemos preocupados en demasía de aquellos que ejercen la
política y administran los recursos públicos. De un tiempo a estar parte y
alarmados por los innumerables escándalos de los que son protagonistas hemos
empezado a mirarles con recelo. Y ciertamente parece no incomodarles mucho
nuestra desconfianza, a lo más justifican su mediocridad o falta de ideas, con
discursos airados que pretenden ser replicas de los que legítima y dignamente
manifiestan su INDIGNACION.
Hartos, más que hartos estamos de
discursitos airados, vacíos de contenido, construidos sobre el “tu más” (tu
eres más chorizo). Hartos estamos de los instalados en las múltiples poltronas
sin haber hecho mérito alguno, sin haber destacado en lo más mínimo, sin una
buena idea o propuesta válida que echarse a la boca. En otros tiempos, a toda
esta pandilla de vividores se les podía mantener, ahora, en tiempos de
optimizar recursos, hay que mandarlos a su casa. Si a su casa, porque muchos de
ellos no tienen trabajo al que regresar, porque no se les conoce oficio ni
beneficio. Y ahora me pregunto ¿Qué les vimos, porqué les votamos y re-votamos,
si nunca, jamás nada de nada acreditaron? . Que se vayan ya, a hurtadillas y
por la puerta de atrás, al menos podrán librarse del bochorno de dar
explicaciones por su incapacidad, por su indolencia, por su despotismo, por su
soberbia o por su abundantes puestas en escena haciéndose las víctimas. Que se vayan,
prefiero a un joven recién llegado, desconocido, sin experiencia, antes que a
los experimentados en fracasos y expertos vividores de tres al cuarto.