Al principio...


Vivimos, o así me parece, una época un tanto convulsa y necesitamos o mejor: necesito obligarme al ejercicio gimnástico, y no precisamente al estético sino al ético. Necesito hacer ejercicio de prudencia, de templaza, de fortaleza, de responsabilidad, de rigor, de entereza, aunque también de arrojo, de esfuerzo, de audancia, de ardor y de quién sabe cuantos otros "músculos" que pueda tener atrofiados. Este espacio, esta "quinta columna" tiene vocación de "banco gimnástico" y por más barbaridades que escupa o vomite, tibiezas por los que me deje llevar o lisonjas merecidas o inmerecidas regale, será mi cuerpo, será mi alma la que habrá de sufrir o gozar. ¿Religión, filosofía, salud mental? Que cada cual coja su "banco" o su cruz y participe con ilusión de la olimpiada de la vida.



miércoles, 1 de septiembre de 2010

El de la telefónica nos quiere incomunicar


El jefe de la Telefónica o es un romántico o su avaricia supera con creces su interpretación sobre el progreso de los ciudadanos. El hombre dice que tiene que subir las tarifas de acceso a internet dado que -según sus declaraciones- "el sistema no da para más", vamos que él y otros cuantos no llegan a final de mes los pobres tras duras y agotadoras jornadas, me los imagino como las operadoras de las antiguas centralitas de teléfonos dándoles al manubrio con fruición (no seáis mal pensados). El hombre dice que quién más utilice la red que pague más, algo así como si los camioneros, taxistas y otros gremios de transporte pagaran más por hacer más uso de las carreteras, independientemente de los impuestos que paguen por su actividad.


Aún recuerdo cuando Telefónica era un servicio público nacional y nos animaron a comprar "matildes-acciones" para robustecer el servicio de comunicaciones. Igualmente recuerdo cuando el gobierno de Aznar "vendió" a un amigo de este, un tal Villalonga, la compañía telefónica. al poco este hombre era uno de los más ricos del país. Naturalmente mientras éste se hacía rico, aligeraban las plantillas de personal de la empresa. Con el rollete del libre mercado empezaron a aflorar empresas de telefonía y lo único que saqué en claro de las mismas es que pocos metros de cable e infraestructura pusieron, que cambiaban de nombre como don Juan de amantes y que se vendían y se compraban de un día para otro (juzguen ustedes).


El progreso depende en gran medida de una comunicación sin límite, nuestro destino lo hemos hipotecado a la globalización y eso parece algo irreversible, o posiblemente el hombre jefe de telefónica sea un romántico y quiere que regresemos a las tertulias de café y a la comunicación epistolar aún a costa de su puesto de trabajo.


Y termino. Una tarifa plana doméstica y decente nos cuesta más de 700 euros al año (por más milongas y descuentos que nos cuenten), más de 100.000 pesetas ¿Qué más quieren, nuestra sangre?

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