Al principio...


Vivimos, o así me parece, una época un tanto convulsa y necesitamos o mejor: necesito obligarme al ejercicio gimnástico, y no precisamente al estético sino al ético. Necesito hacer ejercicio de prudencia, de templaza, de fortaleza, de responsabilidad, de rigor, de entereza, aunque también de arrojo, de esfuerzo, de audancia, de ardor y de quién sabe cuantos otros "músculos" que pueda tener atrofiados. Este espacio, esta "quinta columna" tiene vocación de "banco gimnástico" y por más barbaridades que escupa o vomite, tibiezas por los que me deje llevar o lisonjas merecidas o inmerecidas regale, será mi cuerpo, será mi alma la que habrá de sufrir o gozar. ¿Religión, filosofía, salud mental? Que cada cual coja su "banco" o su cruz y participe con ilusión de la olimpiada de la vida.



jueves, 9 de febrero de 2012

De retos y poderes (judiciales entre otros)




No hace muchos años, la consideración que teníamos para con los profesionales de la medicina era distante. Los veíamos como aquellos brujos de la tribu que dispensaban remedios entre una retahíla de palabras ininteligibles y a los que profesábamos temor y reverencia, dado que, nuestra vida estaba en sus manos. Hoy, buena parte de esos profesionales realizan su trabajo, con dignidad, humildad, proximidad y respeto para con el paciente. Aquella casta intocable de los que se decían eran capaces de sustraer la dignidad de cualquiera con una simple orden: desnúdese, ha pasado a la historia y su imagen, entre el común de los mortales, ha mejorado sustancialmente; aunque siempre habrá una minoría “nostálgica” en ejercicio.

Hoy, nos seguimos enfrentando a otras castas. En concreto a la también temida y rimbombantemente llamada del poder judicial. Por cierto que si Montesquieu levantara la cabeza diría aquello de “no es eso, no es eso..” Parapetados en el pedestal del “Poder”; amparados en la angustia, la zozobra y la ignorancia de aquellos que de forman voluntaria u obligada reciben sus servicios; excusados siempre por una real o virtual carga de trabajo, ejercen sin temor a sobresalto, sin mayor celo que el que les impone su carrera profesional, sin apremio alguno ante alguien que pueda cuestionar sus sentencias, como si fueran dioses del Olimpo distraídos con la azarosa vida de los mortales. No digo esto por aquellos procesos y sentencias con sabor mediático, lo digo por aquellas tantas anónimas de respuestas deficientes, de mala gana, de sentencias de “corta y pega” que han dejado a personas, familias, empresas, corporaciones, entidades de todo tipo, privadas del derecho a la justicia, noqueadas y escépticas. A cualquier abogado que te dirijas te dirá que un juicio es una lotería. ¿Puede ser realmente así?

No todos los profesionales de la judicatura son de la misma consideración. Una imperceptible revolución, un número aún insuficiente se reconoce como servidores públicos, trabajadores que –al igual que los médicos- saben de las consecuencia de sus diagnósticos, de sus operaciones a tumba abierta, de sus prescripciones.

Son muchos los retos que como sociedad tenemos, pero en cuanto a la Justicia se refiere, dos se hacen urgentes: Uno, al igual que la medicina, la aplicación de la justicia tiene que contener un máximo de certezas, no puede ser una lotería tal como dicen los propios abogados. Dos, las castas y los hechiceros pertenecen a épocas oscuras y del pasado, por consiguiente hay que erradicar cualquier profesión que pretenda erigirse en personajes despóticos y anacrónicos.

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