Al principio...


Vivimos, o así me parece, una época un tanto convulsa y necesitamos o mejor: necesito obligarme al ejercicio gimnástico, y no precisamente al estético sino al ético. Necesito hacer ejercicio de prudencia, de templaza, de fortaleza, de responsabilidad, de rigor, de entereza, aunque también de arrojo, de esfuerzo, de audancia, de ardor y de quién sabe cuantos otros "músculos" que pueda tener atrofiados. Este espacio, esta "quinta columna" tiene vocación de "banco gimnástico" y por más barbaridades que escupa o vomite, tibiezas por los que me deje llevar o lisonjas merecidas o inmerecidas regale, será mi cuerpo, será mi alma la que habrá de sufrir o gozar. ¿Religión, filosofía, salud mental? Que cada cual coja su "banco" o su cruz y participe con ilusión de la olimpiada de la vida.



lunes, 7 de enero de 2013

Merece una oportunidad.




La navidad es nostalgia, es añoranza, es recuperar de ese rincón perdido de la memoria, los buenos deseos y no me refiero a esos tales como: quitarse de fumar, adelgazar, hacer deporte, que puede que estén muy bien, sino los de calado: ser mejores personas, más honrados, honestos, sinceros, generosos, solidarios. Creo que siempre hay una oportunidad para todo y posiblemente, en el invierno profundo, en el recogimiento obligado del hogar, tras los cristales empañados es ese oportuno momento para la reflexión, recomponer nuestro ánimo y aspiraciones más elevadas, reconvenir y avenirse con nuestros mejores deseos, realizar ese viaje a lo nuclear, al centro mismo de nosotros mismos, a ese punto donde la fragilidad y la fortaleza conviven en extraña armonía, donde la melancolía y la esperanza comparten un mismo lenguaje, donde la pobreza parece sublimarse y el derroche se impone en hipocresía.

Me gusta la Navidad, pero no la Navidad ñoña, hipócrita menos aún ese esperpento resultante de la vorágine de los mercaderes. Tampoco me gusta la de los rituales vacíos, la de las tradiciones sin interiorizar, la que pretende menoscabar la inteligencia de las gentes, las celebraciones en el limbo. Me gusta la Navidad, sí, la de la tradición en la que crecí, la que compartí con mis mayores, la que ardo en deseos de compartir con mis hijos, con mi familia, la que forma parte de mis creencias y de mi fe, y aunque si así no fuere, habría que inventarla.  

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