Al principio...


Vivimos, o así me parece, una época un tanto convulsa y necesitamos o mejor: necesito obligarme al ejercicio gimnástico, y no precisamente al estético sino al ético. Necesito hacer ejercicio de prudencia, de templaza, de fortaleza, de responsabilidad, de rigor, de entereza, aunque también de arrojo, de esfuerzo, de audancia, de ardor y de quién sabe cuantos otros "músculos" que pueda tener atrofiados. Este espacio, esta "quinta columna" tiene vocación de "banco gimnástico" y por más barbaridades que escupa o vomite, tibiezas por los que me deje llevar o lisonjas merecidas o inmerecidas regale, será mi cuerpo, será mi alma la que habrá de sufrir o gozar. ¿Religión, filosofía, salud mental? Que cada cual coja su "banco" o su cruz y participe con ilusión de la olimpiada de la vida.



viernes, 17 de septiembre de 2010

Las reformas y los actos de fe




Hace algunos años nos convencieron que era signo de modernidad o cultura de los irremediables nuevos tiempos el continuo cambio de trabajo u empleo. Nos dijeron que se acabó el tiempo en el que uno entraba de modesto dependiente en un comercio y se jubilaba en este. Nos dijeron de la necesidad de formarse continuamente para migrar sin desmayo de un empleo a otro. Nosotros a duras penas y aún a pesar de la zozobra de tener que aceptar vivir con la disyuntiva de tendré o no un trabajo para dar de comer a los míos, aprobamos crédulos las propuestas. Nuestro acto de fe comportaba romper con cierta cultura mediterránea que suponía vivir con lo justito pero en la certeza de llegar a la jubilación con unos ingresos seguros y, por el contrario, entrar en un mundo en el que nuestras recién inoculadas ambiciones consumistas serían colmadas con puestos de trabajo inestables pero siempre al alcance de nuestros esfuerzos. Ese acto de fe suponía –al menos- tres certezas a las que no renunciar: la primera de ellas es que pensábamos que ante el despido de un trabajo continuaríamos –al menos- con los mismos amparos legales, que las indemnizaciones por desempleo estarían garantizadas al mismo nivel, que la anhelada pensión de jubilación la percibiríamos cuando aún tuviéramos salud para disfrutarla. Nuestro acto de fe, nuestra confianza ha sido frustrada . Ante lo cual no existen terceras vías. O callar y asentir o protestar con una sola voz, la que en derecho y en justicia nos permite una HUELGA GENERAL.

2 comentarios:

  1. Por dignidad y como apuesta de futuro. Los mercados no pueden imponer su impía ley con el silencio de los pacientes. No tener una voz vinculante no implica no alzarla de manera comunitaria. Aún nos queda el compromiso, aunque para algunos sea una rémora del pasado.

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  2. ¿Alguien duda de que ya no gobiernan los políticos?...Es el capital el que manda, ordena, hace y deshace. De aquí que creo sea necesarísimo recuperar el discurso social y de las ideas, olvidándonos del "poderoso caballero".
    A favor de la huelga, pero, ¡que contrasentido!, obligado a servicios mínimos. Estaré con vosotros y todos los que ese día la secunden.
    Nota a parte: Querido Rafa, ¡enhorabuena por el blog!. Tenía pendiente el asomarme a él. Y aquí me tienes ya. POr aquí seguiré, al igual que me he permitido invitar -con, seguro tu aprobación- al inigualable y justiciero, "Tío de la Vara".

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