
Hay sucesos que conmueven y otros que edifican. Los cientos de acontecimientos vitales que la Semana Santa propicia son capaces, unos de conmover y otros de edificar. La conmoción es un mecanismo que obra sobre nuestros sentidos. Un escalofrío, una lágrima que se derrama, un nudo en el estómago, una risa incontenible, son algunas de esas reacciones que nos provoca el visionado, la atmosfera de una situación fuera de lo común o que nos rememora vivencias pasadas. La Semana de Pasión, cuanto menos, conmueve a un número importante de creyentes pero también seduce con especial embrujo a un buen número de seguidores a secas que reviven sus personales historias bajo el amplio y generoso paraguas de la Pasión y Muerte de Jesucristo. La Semana Santa en Andalucía apenas tiene indiferentes, el misterio de la vida y la muerte se interpreta en las mismas calles, y hasta los más escépticos se aproximan a la resurrección en el resurgir primaveral. Ahora bien, no todo el que se conmueve, aprende y edifica. Hay de los que se quedan extasiados observando una puesta de sol y jamás plantarán un árbol.
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