Al principio...


Vivimos, o así me parece, una época un tanto convulsa y necesitamos o mejor: necesito obligarme al ejercicio gimnástico, y no precisamente al estético sino al ético. Necesito hacer ejercicio de prudencia, de templaza, de fortaleza, de responsabilidad, de rigor, de entereza, aunque también de arrojo, de esfuerzo, de audancia, de ardor y de quién sabe cuantos otros "músculos" que pueda tener atrofiados. Este espacio, esta "quinta columna" tiene vocación de "banco gimnástico" y por más barbaridades que escupa o vomite, tibiezas por los que me deje llevar o lisonjas merecidas o inmerecidas regale, será mi cuerpo, será mi alma la que habrá de sufrir o gozar. ¿Religión, filosofía, salud mental? Que cada cual coja su "banco" o su cruz y participe con ilusión de la olimpiada de la vida.



viernes, 6 de agosto de 2010

Convicciones e intereses


Hubo un tiempo (quizás) en el que los hombre vertebraban proyectos en común por coincidencia de convicciones. Convicciones que tenían más que ver con sueños, con mitos y certezas que representaban, lo que para ellos tendría necesariamente que suponer, un mundo mejor. Algunos de aquellos deseos adquirieron cierta fortaleza y se plasmaron en manifiestos e incluso en normas. La coincidencia de convicciones forjó redes de intereses. Luego, más tarde, los intereses adquirieron predominio e hicieron caer en olvido a las convicciones que soñaran y que deseaban –desde su humilde entender- lo mejor para la humanidad. Por más esfuerzos que haga así veo a los grandes grupos organizados, sean quienes sean: redes de intereses de las que sólo un pins o una medalla rememoran convicciones que quedaron como “marca comercial” de un dudoso interés colectivo. La silenciosa revolución de los que clasificaba Popper como “tontos útiles” y “compañeros de viaje” los aúpa al poder sin que nadie note la ausencia de compromisos ideológicos.

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