Al principio...


Vivimos, o así me parece, una época un tanto convulsa y necesitamos o mejor: necesito obligarme al ejercicio gimnástico, y no precisamente al estético sino al ético. Necesito hacer ejercicio de prudencia, de templaza, de fortaleza, de responsabilidad, de rigor, de entereza, aunque también de arrojo, de esfuerzo, de audancia, de ardor y de quién sabe cuantos otros "músculos" que pueda tener atrofiados. Este espacio, esta "quinta columna" tiene vocación de "banco gimnástico" y por más barbaridades que escupa o vomite, tibiezas por los que me deje llevar o lisonjas merecidas o inmerecidas regale, será mi cuerpo, será mi alma la que habrá de sufrir o gozar. ¿Religión, filosofía, salud mental? Que cada cual coja su "banco" o su cruz y participe con ilusión de la olimpiada de la vida.



viernes, 6 de agosto de 2010

El desplome de la trinidad entronizada




Una trinidad entronizada: el sistema financiero, el libre mercado y el poder político. Unos dioses que reclaman nuestra fe y exigen sacrificios a cambio de procurarnos bienestar y estabilidad se derrumban ante nuestras atónitas miradas. Múltiples oblaciones en forma de ahorro, pequeñas inversiones o votos en los altares de los cultos han sido en balde. Nuestro postrarnos de hinojos hasta enseñar las vergüenzas ante los sacerdotes mediadores de este “culto salvífico”, de nada nos ha servido. Como judíos en el éxodo, nos criminalizamos mutuamente: los comerciantes acusan a los funcionarios, los autónomos a los agricultores, los empleados de hostelería al personal de oficios. Buscadle las combinaciones que queráis, el triunfo de los dioses estriba en nuestra desunión y en la fijación de toda suerte de periodos cuaresmales en forma de estafas, despidos o recortes. Los dioses no se equivocan aunque sus “no errores” los purgan los mortales. La divinidad y su bien protegida casta sacerdotal siguen disponiendo si pudor de nuestras vidas y haciendas. De vez en cuando, como si de una tragedia griega se tratara, los dioses escenifican enfrentamiento. Pero no habéis de preocuparos los dioses son perennes, sólo los mortales causan bajas. Busqué consuelo en la palabra sagrada y encontré aquello de “no os preocupéis por el día de mañana, porque el día de mañana se cuidará de sí mismo. Bástele a cada día su propio afán.”, pero no me sentí reconfortado porque alguien mi esperanza la hizo estulticia

Rafael Latorre

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